jueves, 7 de noviembre de 2013

Rafael Pombo, el poeta nacional

Rafael Pombo por Alberto Urdaneta
Don José Rafael Pombo y Rebolledo nació durante la brumosa mañana del día 7 de noviembre, día de san Ernesto, en la bucólica y remota ciudad de Santa Fe de Bogotá en el año del Señor de 1839. Sus padres, excelsos representantes de la sociedad payanesa, residían en la capital al momento del nacimiento del poeta, dadas las obligaciones de su padre quien era diplomático del gobierno de Francisco de Paula Santander. Desde temprana edad don Rafael Pombo dio muestras de un ingenio y una aptitud sobresalientes para la poesía. Por múltiples razones terminó la carrera de ingeniería en una institución militar, profesión que decidió abandonar tan pronto obtuvo su graduación.

La vida de Pombo es una historia interesante desde todo punto de vista. Nacido poco después de lograda la independencia, creció en un ambiente que seguía y seguiría oliendo a pólvora y a beligerancia. Inscrito en las élites del gobierno y la burguesía colombiana de la época, participó, ganó y perdió varias de las revoluciones que gestaron este país pletórico y convulso. Hizo una brillante carrera diplomática al lado de Pedro Alcántara Herrán y fue compañero de quimeras literarias de José María Vergara y Vergara, con quien fundaría el periódico La Siesta, efímera publicación que permitió que sus primeras letras vieran la luz. Pero, tal vez, era su extrema sensibilidad lo que hacía de este vate bogotano un hito en las letras nacionales.

En este último sentido, quizás el rasgo más sobresaliente del bardo fuera su carácter dramáticamente romántico. Presa de frecuentes depresiones y arrebatos de enamoramiento, fue su alma atormentada la artífice de las más bellas y conmovedoras composiciones. Para la muestra dos botones: “Mi amor”, que firmó como Edda, lo cual causó revuelo e hizo que este poema se convirtiese en el estandarte de mujeres con ansias de libertad de expresión en toda América Latina, y La hora de tinieblas, obra de sesenta y un décimas en donde el autor expresa el sentimiento de exilio que lo apabulló durante una de sus estancias en los Estados Unidos en misión diplomática.

En el primer caso, al firmar como Edda,  apropiarse de una voz femenina y denominar al objeto poético como “¡Pura imagen de Dios, hombre perfecto, / Proscrito arcángel que cruzó ante mí!”, provocó escándalo entre la pacata sociedad, cuasi aldeana, de la Bogotá decimonónica. Según algunos autores el poeta fue obligado por las autoridades a revelar la verdad del género del escritor, según  H. Orjuela unos amigos que ya habían escuchado los versos en Popayán le hicieron desenmascararse como autor de la apasionada composición. Claro, es que Pombo hace de su amor una suerte de éxtasis místico, aludiendo a la mitología judeocristiana:
¡Oh, si el amor de una mujer valiera
Por el santo dolor de un serafín,
Por verte alegre hasta tu amor yo diera…
Mi porvenir, mi amor, mi ser, en fin!
(...)
Profeta que a mi espíritu anunciaste
La religión feliz del corazón,
Y el amor al Dios grande me enseñaste
Viendo su sombra en ti, su bendición.

Así, resulta paradójico que años después el vate, en medio de una aguda crisis depresiva, emprendiera la composición de las décimas que conformarían La hora de tinieblas, escritas en una sola noche febril, en las que reniega, desdice y se queja ante un Dios que lo ha llevado a experimentar los más crueles tormentos de la nostalgia, del dolor del terruño y la ausencia de la gente de su altiplano. La Iglesia, por supuesto, no tardó en elevar sus oraciones, rasgarse las vestiduras y declarar al disminuido bardo como blasfemo, amén de tratarse de un liberal radical. Pero es que el estilo de Pombo, el romántico por excelencia, lo impulsó a usar como epígrafe para su nueva creación los versículos sexto a décimo del  Salmo LXXVI , acto que en sí mismo era osado, teniendo en cuenta el rigor y los conflictos con la Iglesia Católica de esos años:
Cogi tavi dies antiquos
et annos aeternos in mente habui
et meditatus sum nocte cum corde meo, et eexercitabar
et scopebam spiritum meum.
Nunquid in aeternum proiciet Deus?
aut non apponet ut complacitior si adhuc?
Salmo LXXVI

Rafael Pombo tenía óptimas cualidades de traductor, tenía perfecta noción de lo que anunciaba con este salmo –actualmente contamos con la traducción de Carvajal, que es distinta en un par de términos respecto a las que se encuentran en las biblias de casa.  Habla el Libro Sagrado de misericordias, no de hambre, y es en ese punto en que el epígrafe cobra sentido. Las quejas y reclamos que hace Pombo se materializan en los versos que llevan al lector, efectivamente, al estado de postración y dolor del aeda bogotano:
¡Alma! si vienes del Cielo,
Si allá viviste otra vida,
Si eres imagen cumplida
Del Soberano Modelo,
¿Cómo has perdido en el suelo
La fe de tu original?
¿Cómo en tu lengua inmortal
No explicas al hombre rudo
Este fatídico nudo
Entre un Dios y un animal?

Aunque no todo es dolor, tristeza, melancolía en estas líneas; también el poeta reclama su derecho al libre albedrío, a la rebeldía salida desde lo profundo de su alma delirante:
¡Somos libres! ¡Libertad
que no deja ni el consuelo
De enrostrar el mal al Cielo
O a nuestra fatalidad!
¡Libres… y la voluntad
Es plena para el deber!
¡Libres … y hay luz para ver
Lo que es crimen desear,
Y alma para delirar,
Y corazón para arder!

Pombo fue coronado de laurel y declarado el poeta nacional seis años antes de su muerte; se negó a ceñir sus sienes con el laurel, prefirió sostenerlo en su mano derecha, pero nadie tiene certeza de su conciencia de los hechos dado que el bardo ya estaba en el umbral de la muerte y su mente divagaba por los oscuros vericuetos de la vejez y la memoria. Recordado será por ser el poeta de los niños, por los cuentos pintados que recogió de la fértil cosecha de América del Norte, tradujo y publicó aquí como los Cuentos Pintados y allá en My House Book, enciclopedia infantil que no faltaba en ningún hogar norteamericano. No se puede saber hasta qué punto se le arrebató a Pombo su derecho a ser el poeta nacional dedicándole tanto tiempo a sus fábulas, cuentos y moralejas. En Bogotá uno de los más reconocidos centros dedicados a la puericultura, en el barrio Palermo, lleva su nombre y ha puesto una estatua suya en medio de un parque por el que no pasa nadie. Y a nadie del común se le ocurre que Pombo es el romántico más destacado de Colombia, que sus poemas, escritos políticos y hasta su diario, son el testimonio de una época, de un movimiento literario y la herencia que nos dejaron los escritores finiseculares del XIX.

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