Manu Chao a lápiz por la artista argentina Belén Desmarchelier |
La Semana Santa es un acontecimiento, una
conmemoración que paraliza la vida social, económica y política del país, mas
no la cultural. Cada dos años y desde 1988 el Festival Iberoamericano de Teatro
le da un tono carnavalesco a la Semana Mayor, como si no lo fueran ya las
procesiones y las hordas de católicos corriendo despavoridos en dos direcciones
precisas: el descanso y la iglesia. Precisamente en ese primer año del festival
se le ocurrió a la genial y fallecida Fanny Mickey traerse la obra más polémica
a nivel iberoamericano: Teledeum, del
grupo brasileño Ornitorrinco. Bajo la dirección de Caca Rosset, la puesta en
escena es una desenfadada crítica a los medios y su mejor excusa es la
transmisión de una ceremonia litúrgica; dadas las condiciones, empiezan a
desfilar una serie de jerarcas
eclesiásticos mostrados como seres comunes y silvestres, hasta vulgares si se
quiere. Como consecuencia de la presentación de tan desfachatado grupo con obra
tan agresiva en plena semana de Pasión, se produjo un virulento ataque de las
autoridades católicas, la mayoría de ellos octogenarios radicales
irreductibles.
Teledeum se presentó, el festival llega ahora a su
decimotercera versión y Bogotá ha implementado una tupida agenda cultural que
no descansa a lo largo de los doce meses del año. Existe un festival alternativo
y la rumba no para ni el Viernes Santo. Este año la Plaza de Bolívar sirvió
como marco para el pre-lanzamiento de la nueva imagen de Canal Capital en un
concierto que convocó cerca de sesenta mil personas, reunió cuatro bandas
representativas del sonido bogotano y cerró con uno de los genios indiscutibles
del rock alternativo de estas latitudes.
Skampida es una banda que en su nombre resume su
sonido: es cataclísmico, una avalancha de energía y denuncia. Vital,
deslenguado y plagado de figuras retóricas y guiños del lenguaje bogotano, es
una verdadera diferencia en el ya saturado sonido urbano de nuestra metrópoli.
Corta presentación donde se evidenció una falla del sonido: no logró la potencia
requerida ante semejante espacio y masa de asistentes. En seguida se subió a la
tarima Nawal, famoso grupo de reggae que
corría el mismo riesgo de las demás bandas de dicho género de no ser por los
cambios y la introducción de un sonido electrónico que le da un rumbo
diferente, despegándose de los acordes ya tan trillados de esta corriente
afroantillana. Vino entonces La Etnnia, pioneros absolutos del hip-hop
santafereño (hablando de la ciudad, no de la barra brava), dueños del beat del sur (-oriente, -occidente, -sur),
amos de la rima de denuncia y la tendencia gangsta,
e hizo vibrar hasta a los metaleros al ritmo de sus canciones descarnadas,
reales. Es real, real 5-27… Para sorpresa de muchos la convocatoria de este
grupo es multitudinaria, el hip-hop se consolida en Bogotá.
Para cerrar la tanda local se presentó La Derecha, la
banda del multifacético Mario Duarte, uno de los pilares del rock bogotano y,
me atrevería a decir, del sonido nacional. Después de muchos años de ausencia
regresaron y no para repetir hasta el cansancio y en todas las versiones
posibles la única canción que les pegó en la radio, sino para presentar un
nuevo álbum que desborda un sonido auténtico, rock and roll bogotano hecho con
el corazón, con profesionalismo, por rockeros de verdad. No tengo nada más por
decir.
Finalmente, y después de seis horas de espera,
incomodidades, pésima comida y no voy a recaer en los olores, Manu Chao iluminó
la noche con su presencia; sus fieles músicos Garbancito y Madjid Fahem
acompañaron su música del reciclaje y la abarrotada plaza vibró con los temas
de veinte años de carrera. Manu Chao es un artista que respeta a su público,
que se entrega, y esto se vio reflejado en la magna presentación que realizó
durante casi dos horas y media. Ahora, sería bueno recordar que la primera
presentación en la ciudad de este franco-español fue con su banda Mano Negra a
mediados de abril de 1992, dentro de la programación del III Festival
Iberoamericano de Teatro, un domingo, en ese mismo escenario. Hacía sol y fue
un atardecer fresco.
Hasta aquí las buenas nuevas, los gloriosos. Ahora
vienen los dolorosos, para usar términos de iglesia. La presentación se vio
deslucida por unos cuantos factores: el sonido fue insuficiente y en algunas
ocasiones pésimo, sigue sin existir un profesional o un gremio que brinde
óptimas condiciones en el vatiaje y
ecualización. Pero esas son minucias, el verdadero problema fue la carnicería
entre las tristemente célebres barras bravas de dos caducos equipos como Santa
fe y el Club Deportivo Los Millonarios. Pero ya hay entidades encargadas de
ponerlos a hablar, de cambiarles los cuchillos por camisetas, en fin. El
problema real radica en los controles policiales; dos anillos de seguridad,
prohibición de entrar comida, cigarrillos y encendedores, fósforos, cinturones
de chapa y hasta el popular bom bom bum fue víctima del control por parte de
las fuerzas. Pero después de las dos y treinta de la tarde empezó a fluir un
caudal amazónico de botellas de 335cc de aguardiente de todas las marcas
disponibles en el mercado. ¿Cómo, con tantas exigencias de la policía, hay un
promedio de media botella de trago por cada cinco asistentes?
Los controles están enfocados en encontrarle el cacho
de marihuana al rockerito, al rastafari, al alternito; a que no pasen papeletas
de cocaína o bazuco entre los sándwich de jamón y comapán; a proyectar una
imagen de eficiencia y alta calidad del servicio. Pero, ¿y entonces? ¿De dónde
salieron las armas blancas que aparecen en los videos? ¿A quién se le ocurre
dejar pasar banderas y casacas de equipos, perfectos incentivos para la
batahola? Las fuerzas policiales bogotanas están enfermas. De corrupción, de
desidia, de pereza. Los dirigentes están distraídos en otras prioridades. Me
pregunto cuáles, pues la ciudad se derrumba y nosotros de rumba. Lástima,
después resultan los menos tolerantes diciendo que eso no es cultura. La vaina
es que la cultura va de la mano de la educación y entra mejor si la gente no
tiene hambre ni miedo y vive en un lugar seguro.
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