"Apuntes", José Mongrell Torrent |
Durante el último año Colombia ha sufrido varias olas
invernales que han dejado al país en un estado crítico y casi de postración al
que ya estamos más o menos acostumbrados los colombianos. Bogotá es una ciudad
fría, lluviosa y amarga en estas temporadas; es por eso que los escasos días de
sol son motivo de cambio en el comportamiento del habitante de la hipertrofiada
urbe; los nativos de provincia sacan sus mejores y más vivas prendas que les
permiten imaginar que están un poco más cerca del abandonado terruño de climas
y gentes más amables. Los autóctonos del altiplano sufrimos una descompensación
en nuestro modus vivendi y un súbito contagio de alegría tropical. Claro está
que para el ciudadano de a pie o de Transmilenio, para hacer más angustiante la
cuestión, las jornadas de clima veraniego son una espantosa tortura, máxime si
es viernes en la tarde y se tiene que someter al desplazamiento forzoso de
atravesar la ciudad en un vehículo.