![]() |
"Amistad", Marijo Logghe |
Amanece. Una brisa helada, devastadora, baja desde los
páramos de la cordillera y arrasa con todo vestigio de calor sobre la sabana de
Bogotá. Las calles empiezan a poblarse de presurosos ciudadanos que terminan
una larga semana de septiembre, semanas laborales de seis días, porque en este
sistema no hay manera de descansar, de dejar de producir, de consumir, de
ocuparse. Ya habrá tiempo en vacaciones, si los hijos dejan algún momento
libre, claro. Ya habrá tiempo para soñar, para viajar, para ver el futuro
hacerse presente y, entonces, ya no habrá más tiempo. Mediados de septiembre y
los comerciantes informales han comenzado a armar sus toldos e improvisados
mostradores en medio de cualquier espacio libre, en las vías peatonales, en los
separadores y glorietas, en los resquicios de los edificios inconclusos. Como
no hay festivos en este mes, el comercio se las ha ingeniado para seguir
sacando provecho del consumidor que resulta siendo veleta a los vientos de las
necesidades del capitalismo. Para la segunda semana de este mes se celebra en este
lado del mundo el Día del Amor y la Amistad, preámbulo del inicio del fin de
año, así de simple. Antes y después del dichoso día se viene anunciando la
fiesta del Halloween (que aquí le llaman la Fiesta de los Niños cuando el Día
del Niño, declarado por la Unicef, es en abril) y con eso queda sentenciado el
fin de año. En este punto la Navidad a la vuelta de la esquina está.
Es increíble cómo dos conceptos tan humanos como abstractos
han sido convertidos en objeto de comercialización. Y no por el concepto en sí porque una cosa es comerciar
con el placer, que es algo básicamente físico, valga el pleonasmo, llámese
sexo, alcohol o fetichismo de toda índole, que comerciar con el sentimiento, que es lo que se
reúne en estas dos palabras. Amor y amistad tienen la misma raíz etimológica y
vienen a significar lo mismo: afecto. El amor es lo que une a los seres humanos
en su más primaria célula social; por amor se unen las parejas, se reproducen y
se separan, hipotecan la casa para la carrera de sus hijos y se marchitan
ayudando a criar los nietos. Por amor se han librado cruentas batallas y se ha
renunciado a reinos. Es uno de los temas del arte explorado hasta el hastío,
expresado de todas las maneras posibles e imposibles; ha generado los más desgarradores
poemas y es el motor de fluidas y satisfechas sonrisas. Eso si tenemos en
cuenta sólo el amor erótico, pero para no entrar el empalagoso tema de las diversas
formas de amor se recomienda de manera puntual la lectura de El arte de amar,
de Erich Fromm, el sabio alemán que se preocupó por hacerle sicoanálisis a la
sociedad contemporánea y probablemente llegó a la misma conclusión de otros
varios pensadores: la sociedad está loca, irremediablemente orate. De historias
de amor trastornado y contrariado esta tapizada la existencia del hombre; como
cliché infaltable está Romeo y Julieta; la sagrada Biblia aporta tragedias como
la del ingenuo Sansón, el libidinoso Salomón y el sacrificado Abraham, quien
por amor a Dios iba a hacer carnitas de su propio hijo. Se conocen de sobra las
calamidades que han hecho los objetivos amorosos en pintores, escultores,
poetas, políticos y bandoleros. Según palabras del divino Augusto Pinilla, la
desgracia de Troya iba enredada en las turgentes caderas de Helena.
Por otra parte está la tan perifoneada amistad. Este
tipo de relación nace en la más tierna infancia, cuando los locos bajitos se
enteran de que hay más como ellos y empiezan a explorarse con curiosidad. El
asunto es bien curioso porque ya a estas alturas los chicos presentan afinidades
y antipatías; los niños recién ingresados al preescolar hallan con rapidez uno
o varios amiguitos con los que jugará, dormirá, peleará, comerá barro y de los
cuales hablará incansablemente para tormento de padres, abuelos y niñeras. Hace
pocos años rotaba un comercial en el que jugaban con las estadísticas del ser
humano y de paso nos recordaban lo banal de la amistad, al comienzo de la vida
un humano promedio tiene veinte amigos y al final tres. Y no son los únicos; el
Doctor Hani, el costeño que le desenmarañó los traumas a un motón de familias,
se reía a mares con cada paciente que llegaba a su consultorio quejándose de la
ingratitud de sus amigos. Amigo el ratón del queso. Sin embargo, para no
quedarse en la bilis que cultivan gozosos muchos de nuestros críticos
literarios, hay que decir que, ciertamente, existen heroicos ejemplos de
amistad tanto en la vida real como en la literatura y las artes. Amistad en las
lánguidas acuarelas pintadas por miles de artistas donde se ven las siluetas
hambrientas, alargadas y febriles de esos dos amigos leales e inseparables que
son Sancho Panza y don Quijote de la Mancha. Si bien es cierto que no son del
todo amigos, el Principito nos enseña a través del zorro que la amistad
conlleva mucho de domesticar, pues crea lazos y se supone que son el tipo de
lazos que unen a los amigos. Y qué decir de la amistad y lealtad a prueba de nuestros
amigos de hace unas semanas Quincas Berro Dagua, Currillo, cabo Martín y Pedevento,
los alegres juerguistas que creara Jorge Amado para materializar el espíritu
fiestero y desenfadado de Salvador de Bahía. Podemos citar también al flemático
Sherlock Holmes y su infaltable asistente, consejero y compañero el eminente
Doctor Watson. Y así se podrían seguir numerando los ejemplos de amigo fiel,
desde el Renault 4 de los setentas hasta los animalitos que se van detrás del
amo y se quedan a vivir en el hospital, en la funeraria o el cementerio porque
su mejor amigo –quién dijo que la amistad es una cuestión única del ser humano–
se murió y el bicho sigue esperándolo cada mañana, cada vez que suena el motor
de un carro parecido. Habrá el lector huérfano de mascota que derrame una
lágrima con estas líneas.
Ahora que se han aclarado los conceptos, queda entre
el tintero una indagación más: ¿de dónde viene la costumbre de celebrar algo
que de cotidiano se debería exaltar? Todo parece indicar que la vaina arrancó
en la arcaica mitología romana, con las celebraciones por la salvación y el fundamento
de Roma. Rómulo y Remo, amamantados por una loba y posteriormente fundadores de
la capital del mundo antiguo, fueron excusa para una de las tantas
celebraciones y fiestas que se inventaron los latinos antiguos para andar de
juerga y coge-coge todo el año. Con el advenimiento del cristianismo no se
suprimió la barbarie y un obispo enamoradizo e idealista desobedeció la orden
del emperador Claudio II y se dedicó a casar cuanto centurión tragado hallaba
por su peregrinar; como consecuencia el obispo Valentín fue torturado,
empalado, desmembrado, repartido por el imperio y condenado al olvido, cosa que
como se sabe fue imposible. La iglesia católica le permitió un primer milagro y
fue canonizado y elevado a la posición de santo, y como conmemoración de su
magna obra, la de legalizar la reproducción de soldados romanos, fue declarado
santo patrono del matrimonio y el amor. La fecha que se le asignó fue el 14 de
febrero y así se celebra en la mayoría del mundo.
Por estas latitudes el Día del Amor y la Amistad es en
la segunda semana de septiembre. De manera romántica se podría pensar que está
asociado a los ritos del fin del invierno en las tierras australes, a los de
fertilidad y prosperidad, a la juventud como se conoce la fecha en Bolivia.
Pero la realidad es tan fea como casi siempre: los comerciantes acordaron que
esta fecha era propicia pues no se le aproximaba a ninguna otra con interés
comercial; febrero sería un fracaso pues es plena temporada escolar y no hay
quien tenga dinero para dilapidar en regalos. Volvemos al principio, el Día del
Amor y la Amistad es otra de las tantas estratagemas del sistema para
exprimirle el sueldo a los trabajadores, a la gente que está tan alienada que
cree (porque no piensa) que la amistad, el amor, el cariño por sus seres
queridos se puede, se debe demostrar con regalos costosos y en muchas
oportunidades inútiles. Tristeza, eso es lo que despierta esta sociedad plagada
de excusas y falsos motivos para explotar a sus semejantes, para condicionar a
un valor monetario sus sentimientos. Un último dato para aquellos y aquellas
que se emocionan con las tarjetas de Amor y Amistad, estas son la evolución de
un sorteo en Roma mediante el cual rifaban los mejores ejemplares para ser el
objeto amatorio de toda una comunidad durante el año; al abolirse el rito, la
gente se lo hacía saber por medio de tarjetas a los posibles candidatos. Feliz
día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario