"Tauromaquia: Desgracias acaecidas en el tendido", Francisco de Goya |
El humano es un ser particularmente curioso. Parece
haber alcanzado la cima evolutiva suprimiendo muchos de los órganos e instintos
indispensables para la supervivencia en un entorno silvestre. Es un animal sin
pelo, sin garras, bípedo de regular desempeño; por otra parte, su visión es
deficiente en la oscuridad, su olfato limitado y su oído es de lo más corriente
a nivel biológico. Sin embargo, cuenta con un pulgar oponible y un cerebro
enorme capaz de aprender, de recordar; tiene conciencia de sí mismo y es un ser
social y cultural.
Desde el punto de vista sociológico, el ser humano ha
desarrollado varias habilidades que en los animales son un método de
aprendizaje. La lúdica es una de esas habilidades. Pero dentro de las
particularidades del homo sapiens sapiens,
está el hecho de haberle quitado la principal cualidad a lo lúdico: su
gratuidad. Desde tiempos inmemoriales el Hombre ha puesto a pelear animales
contra animales, no necesariamente el mismo animal, bestias contra hombres y
hombres contra hombres, práctica que tantas glorias trajera al país otrora,
todo por pura diversión y con un poco de dinero de por medio para hacerlo más interesante,
por supuesto. Estos estertores de la barbarie se han asentado con fuerza en la
cultura popular. Basta con escuchar la canción de Tomás Méndez, “La muerte de
un gallero”, interpretada magistralmente por Vicente Fernández; basta con saber
que las razas de perros que tengan el sufijo o prefijo bull fueron desarrolladas para enfrentar a toros de pura raza: pitbull, bulldog, bull terrier;
basta con sentarse a pensar en el tierrero que se armó cuando el alcalde de
Bogotá anunció el retiro oficial a las corridas de toros, y en que nadie dijo
nada cuando se descubrió la banda de estafadores Los tierreros…
La tauromaquia y la taurofilia sufrieron una estocada
mortal el año pasado cuando Cataluña prohibió las corridas de toros. En
Colombia no pasó de ser un titular de los periódicos y una curiosa nota
internacional porque aquí era impensable, nada más allá de unos desadaptados
protestando al frente de La Macarena o de la Santamaría. Sin embargo, el
anuncio del recién posesionado alcalde ha puesto a temblar a más de una peña;
ha indignado a los ganaderos, a los gamonales y hasta a los gañanes; ha dado
una luz de esperanza a los despelucados que protestan con tenacidad espartana
cada vez que los cosos de la plaza se ocupan.
Los aficionados al arte de Cúchares tienen una serie
de argumentos importantes: que la raza se ha conservado gracias a la fiesta
brava, que es una manifestación cultural de los pueblos y, principalmente, que
alrededor de la tauromaquia se mueven cientos de millones de dólares. Tan
fuerte es el arraigo de los toros que la plástica se ha ocupado profusamente de
plasmarlos, desde Francisco de Goya hasta Fernando Botero. Aficionados a los
toros ha habido de todo calibre, por ejemplo el célebre Ernest Hemingway, quien
llevado por la pasión saltaba a las estrechas calles de Pamplona a hacerle el
quite a una recua de semovientes de hasta quinientos kilos. Hasta paradójico
resulta que una de las bandas representativas de la ola del rock en español sea
Los toreros muertos, cuya canción homónima es una irreverente lista de los
mataores caídos en plena faena.
Los detractores tienen una serie de razones
humanitarias para estar a favor de la prohibición de las corridas. Que los animales
pasan hambre durante días antes de la faena, que son enceguecidos con sal,
pateados, hurgados y torturados, en últimas todas las vejaciones que se conocen
como maltrato animal, y una retahíla política que no es muy clara, en la que se
mezcla socialismo, anarquismo y otros tantos discursos que confluyen en la antitauromaquia.
Sin embargo, hay personas menos pasionales, mejor preparadas, que explican de
manera muy sencilla la situación: el ser humano es básicamente un animal, pero
como ya se dijo es un animal dotado de raciocinio, de un sentido de la
espiritualidad y, al tener conciencia de sí mismo y de su entorno, debe, es su
destino, trascender de su animalidad, de sus instintos básicos. Así, por
ejemplo, el sexo se manifiesta primariamente en la masturbación, el acto
reproductivo y, de manera perversa, en la pornografía. El sexo trascendido es
el amor, la relación de pareja, la conformación de una familia y el sano
convivir. El Hombre tiene un instinto básico de violencia, hay que tener en
cuenta que los chimpancés, nuestros primos más cercanos, organizan y cometen
asaltos contra homínidos de menor tamaño para satisfacer su necesidad de
proteína animal, y ni hablar de su estructura social basada en la fuerza bruta
(de qué otra manera). En este punto el humano ha desplazado esa violencia hacia
las manifestaciones antes mencionadas; pero eso es una engañifa de lo más
pueril. El género humano debe desterrar
la violencia de su comportamiento para trascender hacia otros planos
espirituales. Eso es lo que explica Esperanza Castañeda, Bióloga de la
Universidad de los Andes. Ella, de ascendente cachaco, se crió rodeada del
ambiente taurófilo, pero la vida y el conocimiento le hicieron cambiar su
perspectiva.
Está visto, pues, que el tema es espinoso, de difícil
tratamiento, y las posiciones están firmes e irreductibles. Pero siendo
honestos, ¿no hay problemas de mayor trascendencia que la tortura animal? ¿Qué
hay de los que se robaron el erario, de los que asesinaron un estudiante de la
Universidad de los Andes, del policía que le disparó a un grafitero de lo más
zanahorio? ¿Qué hay de los miles de olvidados, de abandonados que malviven en
ciudad Bolívar? ¿Será que el alcalde al prohibir las corridas tendrá más
tranquilidad y podrá solucionar los verdaderos problemas que aquejan a la
capital de este país?
"Parece haber alcanzado la cima evolutiva suprimiendo muchos de los órganos e instintos indispensables para la supervivencia en un entorno silvestre." según esto, el ser humano ha sobrevivido contra las probabilidades, le recomiendo informarse mejor sobre la evolución homínida teniendo en cuenta los cambios climáticos y geológicos.
ResponderEliminar" El género humano debe desterrar la violencia de su comportamiento para trascender hacia otros planos espirituales" ¿Para hacer eso no tendría pues que alejarse de la naturaleza y su comportamiento violento, eliminar su instinto?
ResponderEliminarSr. Anónimo (¡Qué conveniente es el anonimato que permite la internet!), puedo deducir por sus palabras que, como Petro, usted se limita a los asuntos intrascendentes y no se ocupa de los nucleares. Sin embargo, la respuesta del autor de este blog me parece más que pertinente y atinada, como para ahondar más en el tema.
EliminarSr. Autor, permítame manifestar mi total acuerdo con su artículo. Después del discurso tan aparentemente comprometido que manejó Petro durante su campaña y posesión, últimamente sólo lo escucho nombrar en asuntos que no son de real importancia para la ciudad, como la "prohibición" de los toros (o para ser justos "falta de apoyo"), la peatonalización del centro, etc. etc. (Aunque debo ser justa acá también, y no puedo desconocer su pronunciamiento acerca de la prohibición del porte de armas). Y me pregunto con usted, ¿será que resolver estos temas permitirán más adelante solucionar los importantes de verdad?. ¿Y mientras tanto, qué hacemos con tantas familias que a diario pueden mal comer, es decir se mueren de hambre, o que no tienen un techo dónde resguardarse?, ¿con las madres cabeza de hogar que por cumplir sus obligaciones, pues un sólo sueldo no alcanza, deben ceder la educación de sus hijos a una sociedad violenta, intolerante y agresiva?
Mmhh.... ¿será que ya empezó a andar aquella bandera del derecho inalienable al agua y yo nunca me enteré?
Le envío fraternalmente un saludo.
Rosa Amelia Castro.
Darwin y la Biología explican mejor que yo la evolución; mi artículo versa sobre la polémica de los toros. De otra parte, yo también le recomiendo que revise textos de orden espiritual como El pensamiento y su poder de Swami Sivananda o algo de Aurobindo (quien por cierto también dejó un legado poético considerable), en estos textos se evidencia que, en definitiva, el ser humano se separa de la animalidad pera trascender a Dios, "cualquiera que sea tu idea de Él". En resumidas cuentas, mil gracias por su lectura y sus inquietudes, señor Anónimo...
ResponderEliminarPara aquellos que convierten la tortura en arte: -Es la costumbre ancestral lo que prevalece sobre el valor de la vida ? -Es la muerte divertida de un ser viviente lo que provoca placer ? -Merece la pena entonces reconstruir los circos romanos y adoptar sus costumbres con leones y gladiadores ancestrales para revivir el arte ?
ResponderEliminarSi lógico es; propongo y con valor, que por cada toro que muera en la Santamaría, para jubilo de los circenses matar un novillero; así acabaríamos con esta plaga de asesinos.....!