Pintura de Ernest Descals creada como homenaje al locutor de radio Vicenc Comas |
La escena no deja de ser curiosa tratándose de un día
cualquiera en la segunda década del siglo XXI: una empleada de servicio
doméstico juega con el menor de los niños en el jardín de la casa. Lo que llama
la atención es que los juegos están acompañados por la música, los comentarios
y los comerciales de una emisora tropical que suena desde el aparato celular de
la niñera, igual que hace años, los años de la panela según lo cuenta Daniel
Samper Pizano en uno de sus sabrosos Postre
de notas que aparecían en la revista Carrusel
de los años ochenta del siglo pasado. En este texto en particular don
Daniel recrea su experiencia con dos empleadas de su humilde vivienda, cuando
él tenía que heredar los uniformes de Ernestico en el Gimnasio Moderno –pobres chinos.
El caso es que Samper recuerda con especial cariño las costumbres de las dos
muchachas, entre las que estaba que no se despegaban en ningún momento del
radio transmisor, y así iban construyendo un mundo lejano de cantantes y
actores del cine mexicano, de telenovelas y series. En esos días se hacían
famosas, por inmorales y escandalosas, producciones como El derecho de amar, culebrón que los latinoamericanos volverían a
padecer a finales del siglo pasado gracias a Televisa, las lágrimas, mocos y
tetamen de Verónica Castro.
Otra escena ya común en ésta, la estoica ciudad de Santafé de Bogotá, es la de los muchachitos adolescentes trepados en el transporte público haciendo lo mismo, escuchando radio, los programas de la mañana, los especiales de clásicos del rock que no van más allá de 1977 porque antes de eso el universo no existía. Haciendo lo que venía haciendo el ciudadano en Colombia desde finales de los años veinte del siglo pasado.
Otra escena ya común en ésta, la estoica ciudad de Santafé de Bogotá, es la de los muchachitos adolescentes trepados en el transporte público haciendo lo mismo, escuchando radio, los programas de la mañana, los especiales de clásicos del rock que no van más allá de 1977 porque antes de eso el universo no existía. Haciendo lo que venía haciendo el ciudadano en Colombia desde finales de los años veinte del siglo pasado.
La radio en Colombia entró por Barranquilla, como la
salsa, como los picó (pick up), como muchas
de las cosas de la modernidad, porque para dolor de los cachacos, en un
comienzo el barco era lo que traía la novedad y Bogotá está a 850 kilómetros de
distancia y a 2650 metros sobre el nivel
del Caribe. Los aparatos llegaron, pero como casi todo en este país, no
existían emisoras, por lo que el pueblo costeño se deleitaba escuchando los
danzones y los home runes desde La
Habana, pues era lo único que captaba el
novedoso aparato. Después se fundó La radio de Barranquilla, la primera
emisora comercial del país, y en 1929 el gobierno empezó a prestarle atención a
las ventajas de hacerse a un medio de difusión tan efectivo como este.
Es pues 1929 el año en que la Radio Nacional de
Colombia HJN y La voz de Barranquilla HKD inician el largo y glorioso camino de
la radiodifusión. Durante años las emisoras funcionaron de manera experimental,
hasta que a mediados de la década del treinta se elaboró una reglamentación que
permitiría el desarrollo de este floreciente medio de comunicación y, a la
postre, lucrativo negocio. Para no ir más lejos hay que recordar que desde
mediados de los años cincuenta las disqueras promocionan sus ventas gracias a
la payola, práctica así denominada
por derivación del verbo en inglés to pay
(pagar). Dicho de otra manera, las disqueras le pagaban al señor de la emisora
para que pusiera en la programación al artista de moda. Pero eso con el tiempo
también se legalizó, o se llamó de otra manera, porque hasta Calle 13 se queja
del fenómeno en “Calma pueblo”, una de sus canciones más serias.
La radio es el vehículo que lleva a los pueblos a
reconocer su identidad. Si usted viaja frecuentemente hágale caso a Homero
Simpson y déjese contagiar por el color local sintonizando su aparato en banda
AM… Seguro que encontrará gratas sorpresas, además de por lo menos una docena
de emisoras cristianas, marianas o presbiterianas. Si recorre los Andes
terminará amando las cumbias andinas, las ñapangas, los ritmos del inmenso
altiplano; igual si se va para Bogotá terminará bailando reggaetón, vallenato
de la nueva ola y esa cosa que llaman dizque bachata.
Y aunque la radio AM sirvió también para difundir uno
de los ritmos urbanos más influyentes, el rock –en esta frecuencia las
leyendas, pioneros y anecdotarios pululan–, en realidad fue el FM el que le dio
el impulso definitivo a un género que apenas se dejaba ver con timidez a
finales de los años setenta. En la banda menor estaban Radio Fantasía, 1550 en
el dial, y Radio Tequendama, 610 AM, inicialmente del grupo Todelar, antes de
que el monstruo RCN la adquiriera para ir desarmándola poco a poco, hasta que
el FM y el CD le dieron la estocada final a finales de los ochenta. Y era desde
estas emisoras que se programaban y promovían los sonidos incomprendidos del
rock y el pop. Resulta sorprendente pensar en el veto recalcitrante que caía
sobre el rock pesado o experimental: los operadores amputaban impunemente la
coda de “Rock And Roll” de Led Zeppelin, mutilaban sin el menor asomo de
vergüenza temas de Pink Floyd y Queen. Pero en los ochenta y hasta mediados de
los noventa hubo una suerte de revolución, entonces dos emisoras del FM se
echaron la carga al hombro y las cosas más o menos despegaron: 88.9 y
Radioactiva. No se puede desconocer la labor de Caracol Stereo, 99.9 “nos falta
un punto para ser perfectos”, pero el sonido adulto contemporáneo que
importaron Otto Greiffestein, Manolo Bellon y los Sánchez Cristo es harina de
otro costal.
Años y años después el rock serio volvió a desaparecer
de las emisoras, pero ya no por el veto o la censura, por el ruidajo o por lo
estrafalario, sino por la pereza, el desgaste neuronal y la desidia de nuestras
nuevas generaciones, que parecen todos primos de Lady Gaga o los hermanitos
bobos de Amy Winehouse. Todo mascado, todo obsoleto, todo gris, es más o menos
lo que se capta de estas personitas nacidas en el ocaso del veinte, contaminadas
del progreso del veintiuno. Sin embargo, ahí están, pegados del radio, porque
aún con toda la basura musical y desinformativa que llega, por este medio se
sigue comunicando a la gente.
Hola, te quiero felicitar por el artículo y por la forma en que has presentado mi pintura, Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por leer el artículo, y felicitaciones también por tan bella pintura. Un gran saludo y espero que nos sigamos leyendo.
EliminarComo siempre, don Orlando, mis congratulaciones. Debo hacer hincapie en algunas cositas que valgan como complemento antes que crítica.
ResponderEliminarLa radio no sólo se escribio con tinta rock. Al revisar la historia encuentro que fue mayor el aporte musical que el trópico impuso en el espectro. Si bien se hace una mención sobre la Voz de Barranquilla, es bueno tener en cuenta que hubo emisoras en los setenta y ochenta en la Amplitud Modulada como Radio 1020, Radio 24 y El Sol. Y un poco anterior, el suceso de Radio Cordillera, Continental y Radio Santa Fe. Todas con emisiones de melodías tropicales que dieron sazón y pimienta a la cachaquísima Bogotá y que abrieron paso a otras como Ecos del Palmar.
Para el caso de la Frecuencia Modulada, en medio de emisoras de música clásica y rock se colaba desde Engativá -y lo sigue haciendo- una emisora que se anunciaba como Vilmar Estéreo, pero con tanto espacio libre nos encontramos con otra incursión barranquillera de mano de los hermanos Char y que revolucionó con fortuna pero brevemente, la radio tropical del altiplano... me refiero a Olímpica Estéreo que no fue tan vallejartera en sus inicios, mas bien fiel a la tradición salsera de Curramba (Gran Combo, Ponceña, Blades, Colón, mucho de la Fania) acompañada de la deliciosa música de las gestas carnestoléndicas de la Arenosa (La Niña Emilia, Gabriel Romero, Los Black Stars) y un sucedáneo destemple con la imposición del merengue ( si.. el de Wilfrido, Bonny, Johnny y Cuco entre otros).
Después surge Bienvenida Estéreo, que proporcionaba otro menú de cariz tropical pero enfocado a lo que llamamos peyorativa o cariñosamente como chucu chucu donde pegaron los Billos, Melódicos, Pastor López, Nelson Henríquez por el lado venezolano y que inspiraron a otras agrupaciones colombianas que les hicieron eco. Por cosas de las cadenas dejó este inquietante nombre para convertirse en Tropicana Estéreo, muy cubano el nombre pero poco de los repertorios ricos de la Isla. Más bien más salsera y sin "arruguitas".
Luego, Acuario Estereo con sus baladas que el tiempo hermanó con la tropicaloide El Dorado Estéreo, la cual, terminó mutando en la desastrosa Candela Estéreo.
Sin adentrarme más en el asunto porque no alcanzaría este papel virtual, menciono una que dejaste en el tintero, mi viejo, la HJJZ o hache-doblejota-zeta en AM
Sintonízanos por Barrio Latino.. saludos y gracias por el artículo.
Gracias por el tiempo y la dedicación, Diego; claro que el artículo y la columna en general funcionan a ritmo de rock; HJJZ no la puse por que eso era una chocolocura de caracol y al final se volvió la emisora de Menudo, prefiero la amnesia a la ignominia.
ResponderEliminarBuen articulo Don Orlando. Un trago para la nostalgia. Ahora en tiempos del mp3, de la radio del internet y del acceso a la musica mas variada y diversa, solo queda, después de la nostalgia, la evidencia de la mediocridad de las otroras imprescindibles emisoras. Las emisoras tropicales porque no difundían la gran musica cubana de los 70,80 y90?
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