Rafael Pombo por Alberto Urdaneta |
Don José Rafael Pombo y Rebolledo nació durante la
brumosa mañana del día 7 de noviembre, día de san Ernesto, en la bucólica y
remota ciudad de Santa Fe de Bogotá en el año del Señor de 1839. Sus padres,
excelsos representantes de la sociedad payanesa, residían en la capital al
momento del nacimiento del poeta, dadas las obligaciones de su padre quien era
diplomático del gobierno de Francisco de Paula Santander. Desde temprana edad don
Rafael Pombo dio muestras de un ingenio y una aptitud sobresalientes para la
poesía. Por múltiples razones terminó la carrera de ingeniería en una
institución militar, profesión que decidió abandonar tan pronto obtuvo su
graduación.
La vida de Pombo es una historia interesante desde
todo punto de vista. Nacido poco después de lograda la independencia, creció en
un ambiente que seguía y seguiría oliendo a pólvora y a beligerancia. Inscrito
en las élites del gobierno y la burguesía colombiana de la época, participó,
ganó y perdió varias de las revoluciones que gestaron este país pletórico y
convulso. Hizo una brillante carrera diplomática al lado de Pedro Alcántara
Herrán y fue compañero de quimeras literarias de José María Vergara y Vergara,
con quien fundaría el periódico La Siesta,
efímera publicación que permitió que sus primeras letras vieran la luz. Pero,
tal vez, era su extrema sensibilidad lo que hacía de este vate bogotano un hito
en las letras nacionales.
En este último sentido, quizás el rasgo más
sobresaliente del bardo fuera su carácter dramáticamente romántico. Presa de
frecuentes depresiones y arrebatos de enamoramiento, fue su alma atormentada la
artífice de las más bellas y conmovedoras composiciones. Para la muestra dos
botones: “Mi amor”, que firmó como Edda, lo cual causó revuelo e hizo que este
poema se convirtiese en el estandarte de mujeres con ansias de libertad de
expresión en toda América Latina, y La
hora de tinieblas, obra de sesenta y un décimas en donde el autor expresa
el sentimiento de exilio que lo apabulló durante una de sus estancias en los
Estados Unidos en misión diplomática.
En el primer caso, al firmar como Edda, apropiarse de una voz femenina y denominar al
objeto poético como “¡Pura imagen de Dios, hombre perfecto, / Proscrito
arcángel que cruzó ante mí!”, provocó escándalo entre la pacata sociedad, cuasi
aldeana, de la Bogotá decimonónica. Según algunos autores el poeta fue obligado
por las autoridades a revelar la verdad del género del escritor, según H. Orjuela unos amigos que ya habían escuchado
los versos en Popayán le hicieron desenmascararse como autor de la apasionada
composición. Claro, es que Pombo hace de su amor una suerte de éxtasis místico,
aludiendo a la mitología judeocristiana:
¡Oh, si el amor de una mujer
valiera
Por el santo dolor de un
serafín,
Por verte alegre hasta tu
amor yo diera…
Mi porvenir, mi amor, mi
ser, en fin!
(...)
Profeta que a mi espíritu
anunciaste
La religión feliz del
corazón,
Y el amor al Dios grande me
enseñaste
Viendo su sombra en ti, su
bendición.
Así, resulta paradójico que años después el vate, en
medio de una aguda crisis depresiva, emprendiera la composición de las décimas
que conformarían La hora de tinieblas,
escritas en una sola noche febril, en las que reniega, desdice y se queja ante
un Dios que lo ha llevado a experimentar los más crueles tormentos de la
nostalgia, del dolor del terruño y la ausencia de la gente de su altiplano. La
Iglesia, por supuesto, no tardó en elevar sus oraciones, rasgarse las
vestiduras y declarar al disminuido bardo como blasfemo, amén de tratarse de un
liberal radical. Pero es que el estilo de Pombo, el romántico por excelencia,
lo impulsó a usar como epígrafe para su nueva creación los versículos sexto a
décimo del Salmo LXXVI , acto que en sí mismo era osado, teniendo en cuenta el
rigor y los conflictos con la Iglesia Católica de esos años:
Cogi tavi dies antiquos
et annos aeternos in mente
habui
et meditatus sum nocte cum
corde meo, et eexercitabar
et scopebam spiritum meum.
Nunquid in aeternum proiciet
Deus?
aut non apponet ut
complacitior si adhuc?
Salmo
LXXVI
Rafael
Pombo tenía óptimas cualidades de traductor, tenía perfecta noción de lo que
anunciaba con este salmo –actualmente contamos con la traducción de Carvajal,
que es distinta en un par de términos respecto a las que se encuentran en las
biblias de casa. Habla el Libro Sagrado
de misericordias, no de hambre, y es en ese punto en que el epígrafe cobra
sentido. Las quejas y reclamos que hace Pombo se materializan en los versos que
llevan al lector, efectivamente, al estado de postración y dolor del aeda
bogotano:
¡Alma!
si vienes del Cielo,
Si
allá viviste otra vida,
Si
eres imagen cumplida
Del
Soberano Modelo,
¿Cómo
has perdido en el suelo
La
fe de tu original?
¿Cómo
en tu lengua inmortal
No
explicas al hombre rudo
Este
fatídico nudo
Entre
un Dios y un animal?
Aunque
no todo es dolor, tristeza, melancolía en estas líneas; también el poeta reclama
su derecho al libre albedrío, a la rebeldía salida desde lo profundo de su alma
delirante:
¡Somos
libres! ¡Libertad
que
no deja ni el consuelo
De
enrostrar el mal al Cielo
O
a nuestra fatalidad!
¡Libres…
y la voluntad
Es
plena para el deber!
¡Libres
… y hay luz para ver
Lo
que es crimen desear,
Y
alma para delirar,
Y
corazón para arder!
Pombo fue coronado de laurel y declarado el poeta
nacional seis años antes de su muerte; se negó a ceñir sus sienes con el
laurel, prefirió sostenerlo en su mano derecha, pero nadie tiene certeza de su
conciencia de los hechos dado que el bardo ya estaba en el umbral de la muerte
y su mente divagaba por los oscuros vericuetos de la vejez y la memoria.
Recordado será por ser el poeta de los niños, por los cuentos pintados que
recogió de la fértil cosecha de América del Norte, tradujo y publicó aquí como
los Cuentos Pintados y allá en My House Book, enciclopedia infantil que
no faltaba en ningún hogar norteamericano. No se puede saber hasta qué punto se
le arrebató a Pombo su derecho a ser el poeta nacional dedicándole tanto tiempo
a sus fábulas, cuentos y moralejas. En Bogotá uno de los más reconocidos
centros dedicados a la puericultura, en el barrio Palermo, lleva su nombre y ha
puesto una estatua suya en medio de un parque por el que no pasa nadie. Y a
nadie del común se le ocurre que Pombo es el romántico más destacado de Colombia,
que sus poemas, escritos políticos y hasta su diario, son el testimonio de una
época, de un movimiento literario y la herencia que nos dejaron los escritores
finiseculares del XIX.